Retomando el viaje que comenzamos hace unos días a través del mundo del vino, que quizás merezca más el distintivo de "universo" debido a su inmensidad, haremos hoy una parada en el tema de las copas. Como bien advierte Álvaro, la importancia de este apartado es bien lógica ya que, al igual que el vino, la copa va a parar a nuestra boca en cada cata.
Para poder apreciar todas las cualidades del vino, necesitamos una forma característica de copa que permita una degustación óptima de cada caldo.
La copa de vino es curva y tiende a cerrarse en la boca para ayudar a que el aroma se despliegue en su interior. A través de su cristal, que ha de ser muy fino, liso y transparente, podremos visualizar la lágrima y el color.
El tallo se presenta largo con el fin de no calentar el vino con la mano al sujetar la copa.
La copa de vino tinto tiene una forma esférica ligeramente alargada. Esta copa también denominada Tulipa -ya que su forma recuerda a un tulipán-, normalmente se presenta con una capacidad de 200cc aunque sólo debe servirse hasta un tercio del total, siempre a temperatura ambiente (entre los 18º y los 21º).
Podemos encontrar dos tipos de copa para vino tinto: el tipo Burdeos dirige el vino hacia la lengua y armoniza las notas frutales y los taninos con la acidez, mientras que el tipo Borgoña tiende a abrirse en la boca para dirigir el vino hacia la punta de la lengua, siendo más adecuado para vinos ácidos.
La copa de vino blanco es algo más pequeña y estrecha ya que debe degustarse a temperatura más baja que el tinto, nunca menor de -6º. También para los vinos blancos existen distintos tipos de copas que dirigirán el vino hacia el centro (copa de boca abierta) o hacia la punta de la lengua (copa de boca cerrada) con el fin de realzar la acidez o la fruta. Lo correcto es servir hasta un máximo de 3/4 de su capacidad.
La copa Champaña de forma aflautada (alta y estrecha), está pensada para realzar el aroma y potenciar su complejidad. Su altura permite retener las burbujas durante más tiempo a la par que obsequiarnos con su hipnótica presencia.
La anchura de la copa influirá en la posición de nuestra cabeza a la hora de la cata, de esta manera las copas más largas y estrechas nos harán mover la cabeza hacia atrás y las copas más anchas nos harán inclinar la cabeza hacia adelante. Esto hace que el vino se dirija a una zona distinta de la lengua, potenciando unos sabores u otros, cambiando así nuestra percepción del vino.
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